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MO 2020.03: "Baja visión, cómo abordarla en la práctica cotidiana"

 
La rehabilitación visual debe pensarse como una acción integrada a tratamientos médico-quirúrgicos para reestablecer la salud o disminuir el impacto que puede tener en la vida de las personas una enfermedad crónica con disminución permanente de la visión.
 
Esta nota se publicó originalmente en MO 2020.03 (septiembre 2020). Para acceder al resto de las notas de esta revista, ingrese aquí.
 
La rehabilitación no es privativa de las personas con discapacidad visual, aunque sí fundamental para este grupo. También constituye una herramienta muy importante para el tratamiento de cualquier afección que provoque limitaciones en actividades de la vida diaria. Es, además, un componente importante dentro de la cobertura  sanitaria junto con la promoción y prevención de la salud, el tratamiento y los cuidados paliativos.
 

Discapacidad visual

El universo de pacientes con discapacidad visual engloba personas con baja visión y ceguera y, según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es aquel que presenta agudeza visual de 0.3 a 0.05 décimos en el mejor ojo con corrección óptica o campo visual menor a 20 grados, con visión útil para desarrollar una tarea. 
 
Según datos de la OMS (2018), se estima que en el mundo aproximadamente 1300 millones de personas viven con alguna forma de deficiencia visual (18%). Con respecto a la visión de lejos, 188,5 millones de personas (3%) tienen una deficiencia visual moderada (<3/10), 217 millones tienen una deficiencia visual de moderada a grave (<1/10) y 36 millones son ciegas.
 
Aproximadamente, un 90% de la carga mundial de discapacidad visual se concentra en los países de bajos ingresos. El 82% de las personas que padecen ceguera tienen 50 años o más. En términos mundiales, los errores de refracción no corregidos constituyen la causa más importante de discapacidad visual, pero en los países de ingresos medios y bajos las cataratas siguen siendo la principal causa de ceguera. 
 
Además de estas patologías, entre las causas más frecuentes de baja visión se encuentran el glaucoma, la degeneración macular relacionada con la edad, la atrofia de nervio óptico de diferentes etiologías, la retinopatía del prematuro, la retinosis pigmentaria, la retinopatía diabética, el albinismo, la enfermedad de Stargardt y la distrofia de conos, entre otras.

Qué sucede en nuestra práctica cotidiana

Los estadios avanzados de patologías que afectan severamente la visión nos interpelan como profesionales de la salud en cuanto a la efectividad de los tratamientos impartidos a nuestros pacientes o, cuanto menos, nos ponen en una situación difícil de sostener en los controles donde es muy poco lo que podemos indicar para mejorar su visión. Es el caso de pacientes con atrofias ópticas, glaucomas avanzados, retinopatías diabéticas proliferativas, maculopatías seniles, retinosis pigmentarias, etcétera. El padecimiento de los pacientes con estas patologías requiere de un manejo que excede al médico oftalmólogo.
 
La derivación a rehabilitación física o cardiovascular es evidente luego de alguna intervención quirúrgica a nivel traumatológico o visceral, pero a veces no resulta clara en el campo de la oftalmología. En muchas ocasiones no sabemos qué hacer con un paciente con déficit moderado a severo de la visión que ya no es plausible de tratamientos medicamentosos o quirúrgicos que le permitan recuperar la visión, ni tampoco conocemos cuál es el resultado de un tratamiento de rehabilitación visual.
 
La finalidad de la rehabilitación visual es lograr que el paciente use su visión  funcional de la mejor manera posible. Puede incluir ayudas visuales ópticas, no ópticas y/o electrónicas, pero también aprender a realizar las tareas de una manera diferente a la que tenían cuando utilizaban sólo el sentido de la visión. Las técnicas de rehabilitación incluirán otros sentidos que se agudizan ante la pérdida de la visión y que completan la información necesaria para el desempeño de una actividad determinada. 
 
 
¿Qué hacer entonces cuando tenemos en nuestro consultorio un paciente con estas características cuyo motivo de consulta es la gran dificultad que tiene para leer el diario, deambular en la vía pública, reconocer el rostro de alguien que lo saluda en la calle, etcétera? En primer lugar, interrogarlo (anamnesis) para conocer qué dificultad presenta al realizar las actividades de su vida cotidiana: trabajar, estudiar, desplazarse en lugares desconocidos. Esto nos dará información rápida a cerca de las limitaciones en su visión funcional.
 
Luego, comprender que necesita la ayuda de un equipo multidisciplinario además de nuestros controles oftalmológicos periódicos, dadas las diversas alteraciones que le ha ocasionado la pérdida visual en su vida diaria que pueden ir desde la imposibilidad de usar sus anteojos convencionales hasta encontrarse atravesando algunas de las etapas de duelo por la pérdida de visión, instancia donde la palabra del oftalmólogo tratante es fundamental para alentar al paciente a realizar una interconsulta de baja visión.
 
El equipo multidisciplinario idealmente debería estar conformado por el médico, un rehabilitador visual, un licenciado en psicología o médico psiquiatra, un técnico óptico y un trabajador social, para dar respuesta a la diversidad de la demanda de un paciente con discapacidad visual. El oftalmólogo será el que realice el diagnóstico, el seguimiento y pronóstico de la enfermedad y quien prescriba las ayudas ópticas junto con indicaciones generales de tratamiento. El rehabilitador será el que enseñe  las técnicas específicas para realizar las diferentes tareas u objetivos que se planteen según cada caso. El psicólogo realizará los ajustes necesarios para que el paciente pueda avanzar en el proceso de manera exitosa, acompañándolo en las diferentes etapas emocionales que pueda atravesar sólo o acompañado de su entorno cercano. El óptico, por su parte, realizará la prescripción y adaptación de la prescripción, y el trabajador social brindará la asistencia e información acerca de los beneficios que la ley de nuestro país, le concede a través de la certificación de la discapacidad. 
 
Durante el tiempo que dure la rehabilitación visual —que variará según cada caso— el paciente utilizará todos los dispositivos que se le puedan ofrecer para maximizar su visión funcional valiéndose, por ejemplo, de técnicas como la ampliación de imágenes, el aumento de los contrastes y el control de la luminosidad, entre otros.
 
La formación del médico oftalmólogo en los alcances y el impacto que tiene la rehabilitación visual en la calidad de vida de los personas es fundamental ya que permitirá facilitar el manejo y pronóstico de los pacientes con enfermedades en
estadios avanzados brindándoles la posibilidad de una mejor reinserción en la sociedad. 

Para agendar

Actividades de compensación o rehabilitación han logrado generar una capacidad de adaptación. El acompañamiento médico y familiar es fundamental sumar la rehabilitación visual.
 
1. www.argentina.gob.ar/como-obtener-el-certificado-unico-de-discapacidad-cud. Informa la normativa y requisitos para la certificación de personas con discapacidad con deficiencia sensorial de origen visual. 
 
2. www.redabajavision.com.ar. Listado de especialistas en baja visión y otros recursos para orientar a sus pacientes. 
 
3. www.asac.org.ar. Rehabilitación en discapacidad visual.

Autora de la nota: Dra. Verónica López Fernández. Medica oftalmóloga. Jefa de Servicio de Baja Visión del Hospital Oftalmológico Santa Lucía. Directora de la Licenciatura en rehabilitación visual, Universidad Nacional de San Martín.
 
 

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